Sexado de embriones bovinos
Durante el siglo XX se lograron grandes avances en reproducción bovina, entre ellos las técnicas de sincronización de calores, inseminación artificial (a celo observado y a tiempo fijo), super-ovulación, transferencia de embriones, criopreservación de gametos y embriones, fertilización in vitro y preselección del sexo tanto de espermatozoides como de embriones. A través del tiempo la preselección del sexo de las crías se ha convertido en un objetivo tanto en seres humanos como en algunas especies animales, principalmente las de interés zootécnico (1); con ella se busca elegir el sexo más conveniente para el tipo de explotación que se esté realizando, es decir, para el caso de una explotación lechera será poco deseado el nacimiento abundante de machos, y viceversa para las explotaciones dedicadas a la producción de carne (2). La preselección del sexo, ya sea en espermatozoides o en embriones, permite aumentar el número de hembras de reemplazo, hijas de las vacas de más alta producción, programar el nacimiento sólo de los machos necesarios y de la mejor genética a fin de convertirlos en padrotes, controlar patologías asociadas al sexo como el freemartinismo, preservar especies en vías de extinción y facilitar las pruebas de progenie de una raza o especie permitiendo, por ejemplo, un mayor número de hembras para poder establecer rápidamente el grado de repetibilidad de una característica deseable en la progenie de un toro.