Cuando a finales de 1995 nos dimos a la tarea de construír un nuevo currículo para la formación de Licenciados en Educación Infantil sabíamos que un elemento fundamental a tener en cuenta en la nueva propuesta tenía que ver con la articulación entre investigación, saberes específicos y proyección social. Sin embargo, teníamos nuestras dudas acerca de las posibilidades de los estudiantes de la carrera para comprometerse en proyectos de investigación educativa y pedagógica que les permitiera analizar contextos y reconocer estrategias de indagación sistemática sobre la base de la vinculación entre teoría y experiencia, debido a que en su gran mayoría son estudiantes que trabajan en oficios con jornadas completas durante el día y probablemente no estarían dispuestos a hacer un esfuerzo adicional para adelantar una investigación con comunidades educativas que aportara elementos nuevos al análisis de la realidad educativa regional.
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