La educación continua en odontología

Catalina Castillo

Hoy en día no basta con tener un título que nos habilita para ejercer una profesión. Todos sabemos y es evidente que el entorno socioeconómico en que nos movemos ha evolucionado de forma muy rápida y notable, de manera que la mayor competitividad registrada en el mercado laboral, junto con unas necesidades formativas cada vez más específicas y dinámicas, impulsan la demanda de enseñanzas especializadas y potencian la importancia de conceptos tales como la formación continua o la formación a lo largo de la vida. Un profesional del área de la salud debe tener por vocación la educación continua, y si sus ocupaciones u obligaciones no le permiten hacer una especialización, maestría o doctorado, los diplomados, tanto clínicos como teóricos, son la mejor alternativa. Aun como especialista, magíster o doctor, se tiene en los diplomados la oportunidad para conocer acerca de temas afines al área de la especialidad. Una desventaja importante es que debe existir un compromiso por parte de quien asiste a un diplomado para interiorizar, cuestionar o estudiar a profundidad los temas que se le presentan, debido a que, en su mayoría, los diplomados no tienen los medios para evaluar a quien los toma y estos terminan constituyendo una especie de educación no formal; en esta medida, no son muy tenidos en cuenta a la hora de darle un valor agregado a la profesión. Por otro lado, existe también, por parte de las instituciones, una proliferación de diplomados con un ánimo más lucrativo que educativo, y ello lleva a que la calidad no sea la mejor y a que el profesional no tenga la oportunidad de confrontar los temas que le presentan. Esto puede ser contraproducente, pues el estudiante de un diplomado sale a replicar o practicar información o técnicas que apenas ha visto desde la experiencia de quienes lo informan, sin ningún tipo de evidencia científica. Lo anterior les sucede especialmente a aquellos profesionales con más tiempo como egresados. En el contexto actual se demandan personas competentes que tengan capacidad de aprendizaje y que al realizar un trabajo no se limiten a repetir instrucciones como máquinas; deben ser conscientes para pensar de qué manera pueden mejorar las tareas que están llevando a cabo. Así, pueden abrir nuevos horizontes y asumir mayores desafíos. El beneficio de la formación continua supone una inversión para afrontar los retos que vendrán. Entre los beneficios que se pueden obtener por medio de la formación continua pueden destacarse:

• Mejor preparación, lo que implica un valor añadido para la inserción profesional y, por tanto, un acceso más favorable al mercado de trabajo.

• Actualización de los conocimientos.

• Promoción de la carrera profesional.

• Posibilidad de perfeccionar el desarrollo profesional, científico, técnico o artístico.

Se debe, por tanto, tomar conciencia de que nuestras competencias y conocimientos deben estar actualizados y, de hecho, la gran ventaja de los diplomados es que tienen la capacidad de actualizarse en forma constante, la velocidad a la que se mueven es mucho mayor, comparada con la de un doctorado o maestría, y el costo es mucho menor. Otra gran ventaja de los diplomados es que permiten ampliar la red de contactos, pues dada su naturaleza de cursos cortos pero intensos, permiten establecer una serie de contactos que van a enriquecer luego al graduado, no solo de forma personal, sino también a nivel profesional. Contar con un diplomado añade valor al perfil laboral, como sucede cuando se sabe otro idioma adicional o se logra la especialización en un tema en particular. Sea cual sea el caso, la formación continua es algo que nunca se debe olvidar ni descuidar. Estar al tanto de las novedades del gremio y formarse en las habilidades necesarias permite ascender profesionalmente y facilita el buen posicionamiento en el medio como profesional.

Publicado
2014-06-30
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https://plu.mx/plum/a/?doi=10.16925/od.v10i18.715